Lo que más quieras

4 de marzo de 2007

... Sin el aislamiento..., Hierro se encontraba de pronto inmerso en un mundo que le resultaba incomprensible. Parejas idiotas que hacían manitas y despilfarraban sonrisas y piropos que más tarde echarían en falta en el amargo automatismo del matrimonio. Madres que empujaban cochecitos con niños, mostrándoles un escenario deteriorado que iba a peor, «míralo bien, nene, porque cuando seas mayor todas estas maravillas serán basureros y ruinas». Hombres poseídos por el furor del trabajo, enloquecidos por prisas e intereses ajenos, cegados por la necesidad de hacer algo para huir de la angustia de no ser nada...

Pues, después de ese pequeño fragmento, esta casi de más, decirles que el libro habla de nuestro mundo contemporáneo de una manera tan cruda y directa... que podría resultar desagradable para muchas personas, pero según yo, vale la pena leerlo.

... Para Hierro, el mundo estaba dividido en dos bandos. Nosotros y ellos. No podía decir que «nosotros» fueran los buenos y «ellos» fueran los malos, porque Hierro nunca había conocido a nadie realmente bueno. Estaba convencido de que cualquier persona es capaz de pasar encima de cualquier cadáver con tal de conseguir lo que quiere, y tarde o temprano todos nos vemos obligados a hacerlo. Y aquél que, llegado el momento, se echa a atrás, aquél que tuviere escrúpulos para pisar la cabeza de su hermano para llegar más arriba, un día se encontrará arrepintiéndose por no haberlo hecho, y criara en su interior un cáncer de rabia, impotencia, rencor, frustración y envidia, y terminara siendo el peor de todos...

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