El tesoro de Franchard

4 de febrero de 2007

Bueno pues comienzo este post platicandoles que por un reclamo (porque cuentas el final!!) esta vez solo les voy a dar una pequeña idea (muy superficial para mi gusto) que voy a tratar de complementar haciéndoles una transcripción de un dialogo, en el que Stevenson muy imparcialmente habla de religión y moralidad :P ; el libro es en verdad muy corto (67 paginas en 8 capítulos), para que lo lean si tienen oportunidad (no pongan al tiempo de pretexto :D) el mini-resumen es el siguiente:

Jean-Marie, un niño sin familia. Desprez, un médico experto en salidas de sol, aprendiz de filósofo en busca de una vida perfecta, elaborador de variopintas teorías y cuyas creencias podrían resumirse en una frase: rechazar el exceso. El encuentro con el niño le hace albergar el deseo de convertirlo en su hijo adoptivo y en su discípulo. Pero, a pesar de sus esfuerzos, los progresos de su educación son escasos. El hallazgo de un tesoro está a punto de cambiar el rumbo de sus vidas... de no ser por los frutos de sus enseñanzas.

Y esta es la transcripción de un fragmento de diálogo entre el doctor Desprez y Jean-Marie:

...-De manera que a ti te gusta sentirte bueno. Ahora sí que me confundes en extremo, porque antes dijiste que eras un ladronzuelo, y estas dos cosas son incompatibles.
-¿Es muy malo robar? -preguntó Jean-Marie.
-Esa es la opinión general, pequeño.
-No, pero me refiero a como robaba yo, porque no tenia elección. Todos tenemos derecho a comer pan; se tiene que tener ese derecho porque todos necesitamos comer. Y además me pegaban con crueldad si volvía a casa con las manos vacías. Yo no ignoraba lo que era bueno y lo que era malo, porque antes de eso me había instruido un cura que fue siempre muy amable conmigo (...) pero creía que era muy diferente cuando no se tiene nada que comer y encima te pegan si no llevas pan. Yo no robaría para comprar pasteles, así lo creo; pero cualquiera robaría para comprar pan.
-Yo también lo creo así, pero también supongo que pedirías perdón a Dios y le explicarías tu situación.
-¿Por qué, señor, tendría que pedirle perdón? No veo el motivo.
-Pues seguramente tu pastor sí lo vería.
-¿Qué él lo vería? -repitió el muchacho, confundido por primera vez-. Yo creía que Dios lo sabía todo y que no había que decirle nada. -¿Qué? -gruño el doctor.
-Yo había pensado que Dios me comprendía -replicó el niño-. Pero usted no lo cree, ya lo veo. Entonces, ¿No fue Dios quien me hizo pensar así?...

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