¿Que me pasó?

8 de octubre de 2011

Mirando hacia mi interior... inevitablemente tuve que gritar: ¿¡Que es este mundo!?

Mi mundo estaba lleno de enormes edificios que atravesaban el cielo llenos de esperanza, ahora se ha hundido y es una copia degradada de esa ciudad que tanto quiero... La constante lluvia que caía ha parado, pero en su lugar, todo se ha hundido en este océano... Todo esto ha sucedido porque se pierde la esperanza y se deja de avanzar...

Y en ese momento uno entiende como se sentía ALA al escribir:

Usted se encuentra (obsérveme bien), para su felicidad y para mi infelicidad, ante el mayor espeleólogo de la depresión: ocho mil metros de profundidad oceánica de la tristeza, negrura de aguas gelatinosas sin vida salvo algún que otro repugnante monstruo sublunar con antenas, y todo esto sin batiscafo, sin escafandra, sin oxígeno, lo que significa, obviamente, que agonizo...

Hasta que llegaste como una bocanada de aire puro... pero me pregunto... si esto no será solo un medio de alargar esta agonía...

El señor de los anillos-La comunidad del anillo.

7 de octubre de 2010

Hace mucho tiempo que no posteo nada en ningun lugar, estoy (estaba [espero]) muerto en la red, pero recordando la invitación de mi buen amigo Gerardo a escribir en este blog por fin me he decidido. Y en esta ocasión voy a hablar de un gran libro "La comunidad del anillo". Sé que deben de existir incontables reseñas acerca de esta gran novela, pero mi punto de vista quizá sea un poco diferente, ya que no soy un fan de los RPG ni de las novelas de caballeros, aunque quizá ahora lo empiece a ser.

Para empezar este libro lo había intentado leer como unas 3 veces... pero nunca pasaba de la introducción y de los grandes árboles familiares de los hobbits. Después de 5 páginas simplemente lo dejaba...¿De qué demonios me habla? pensaba yo, además de que no esta escrito de una manera muy amigable, más bien parecía una enciclopedia, así que simplemente lo dejaba.

Hasta que por fin llego a mis manos una copia de "El hobbit"... simplemente me enamoré del cuento largo o novela corta (no sabría clasificarlo bien). Entonces con renovadas fuerzas comencé "La comunidad del anillo" y vaya!! la introducción tenía sentido, era buena, es más me daban ganas de entender todo lo que decía ahí (así es... no todo es claro, supongo que se tiene que leer la saga completa).

Pero ya hablando de la novela en general no me gusto tanto, empieza algo lenta, y poco a poco va armando la trama que termina de manera muy abrupta, simplemente le deja a uno la sensación de haber sido engañado, que nos han vendido la mitad del libro para dejarnos con las ganas y vendernos la segunda parte que es mucho más cara. Pero todo se disculpa cuando me entero por wikipedia que así es :D Es decir, que de hecho es un solo libro, que jamás Tolkien pensó que sería dividido en libros autónomos, solo que es un libro muy largo y la editorial no permitió que se vendiera en un solo tomo.

Leyendo "Las dos torres" fue cuando realmente me apasionó la novela (aún no lo termino) veo que "La comunidad del anillo" es una introducción muy larga que te empieza a envolver en un ambiente, en una época, en un mundo que es difícil de asimilar de un solo golpe, por lo que de pronto pasa de ser entretenida a ser muy buena.

En conclusión les recomiendo mucho leer La saga, y cuando digo la saga me refiero a desde "El hobbit" para agarrarle sabor. Sé que muchos conocedores dicen que se debe empezar con el "Sinmarilion" pero, yo al menos leyendo a Asimov aprendí que se disfruta mucho ir dejando dudas poco a poco, y que al final, en la última página del último libro (El primero XD ) todo queda por fin claro, y debemos leer todo con nuevos ojos, disfrutamos ese entendimiento recien alcanzado.

Por último voy a decir algo que quizá sea un sacrilegio para todos los fans: "El hobbit" es hasta ahora mi libro favorito de la serie, tiene todos los elementos para que un niño lo disfrute, y un adulto con más razón. "El hobbit" ha entrado a mi colección de "Libros que les leeré a mis hijos" y vean que esta difícil entrar a esa colección.

Y por último, ¿Cual ha sido su experiencia con el señor de los anillos?

A quien le puedo preguntar...

12 de julio de 2009

A quién le puedo preguntar
qué vine a hacer en este mundo?

Por qué me muevo sin querer,
por qué no puedo estar inmóvil?

Por qué voy rodando sin ruedas,
volando sin alas ni plumas,

y qué me dio por transmigrar
si viven en Chile mis huesos?

Poema publicado póstumamente en "El libro de las preguntas" en 1974

La influencia de mis libros en el librero

21 de abril de 2009

Los libros más influyentes, y los de influencia más certera, son las obras de ficción. No atan al lector a un dogma que más tarde descubrirá que es inexacto; no le enseñan una lección que después deberá desaprender. Repiten, reacomodan, clarifican las lecciones de la vida; nos separan de nosotros mismos; nos fuerzan al conocimiento de los otros, y nos enseñan la red de la experiencia no como nosotros podríamos verla, sino de una manera única, exclusiva. Para lograr esto, las obras de ficción deben ser razonablemente apegadas a la comedia humana, y cada una que así sea servirá para fines educativos. Pero nuestra educación estará mejor cumplida con poemas y novelas donde se respire la magnánima atmósfera del pensamiento y se encuentren personajes píos y generosos. Shakespeare es quien mejor me ha funcionado: pocos amigos vivos han tenido una influencia tan fuertemente benéfica sobre mí como Hamlet o Rosalinda. A esta última, ya de por sí bienamada en la lectura, tuve la buena fortuna de verla, supongo que en un momento particularmente sensible de mi alma, interpretada por Mrs. Scott Siddons; nada me ha conmovido, deleitado o refrescado tanto, y la influencia ha permanecido. El breve discurso de Kent frente al moribundo Lear tuvo un gran efecto en mi mente y se convirtió en el equipaje de mis reflexiones durante mucho tiempo, de tan profunda y hermosamente generoso que es en su sentido y poderoso en su expresión. Tal vez mi más querido y mejor amigo fuera de Shakespeare es D’Artagnan —el D’Artagnan anciano, el de El vizconde de Bragelonne—; no conozco un alma más humana o, a su manera, mejor, y vería con mucha tristeza a cualquier hombre que tenga una moral tan pedante que no le permita aprender algo del capitán de mosqueteros. Por último, debo mencionar El progreso del peregrino, un libro que emana todas y cada una de las emociones bellas y valiosas.

Pero poco puede decirse de las obras de arte: su influencia es profunda y callada como la influencia de la naturaleza; moldean por contacto, las bebemos como agua y con ello nos hacemos mejores, aunque no sepamos cómo. Sólo con los libros específicamente didácticos podemos percibir su efecto, distinguir, comparar y medir. Un libro que fue muy influyente para mí cayó en mis manos de manera muy temprana, y por lo tanto debo considerarlo primero que a los demás, aunque sienta que su influencia se manifestó mucho después y tal vez todavía sigue creciendo, puesto que es un libro que no se deja atrás fácilmente: los Ensayos de Montaigne, un atemperado y genial retrato de la vida que todavía constituye un gran regalo para poner en manos de las personas de hoy en día; encontrarán en esas páginas sonrientes un muestrario de heroísmo y sabiduría, todo en clave antigua; sentirán cómo se trastornan sus decencias y ortodoxias y podrán (si cuentan con un mínimo don para la lectura) percibir que éstas no han sido trastornadas sin alguna excusa y asomo de razón; también (una vez más, si cuenta con un mínimo don para la lectura) terminarán por ver que este viejo caballero era doce veces mejor como ser humano, y que su forma de ver el mundo era doce veces mejor que la del propio lector y la de sus contemporáneos.

El siguiente libro, en orden cronológico, que me influyó, fue el Nuevo Testamento, y en particular el Evangelio de san Mateo. Creo que logra sorprender y conmover a cualquiera si se hace un supremo esfuerzo de imaginación y se lee como libro, no con el sonsonete aburrido con el que se lee un fragmento de la Biblia. Cualquiera que así lo haga podrá ver en él verdades que cortésmente se asume que todo el mundo sabe y que todos, humildemente, nos cuidamos de poner en práctica. Pero sobre este tema será mejor callar.

Llego inmediatamente después a Hojas de hierba, de Whitman, un libro que me brindó un servicio muy particular, un libro que cimbró el mundo ante mis ojos, que lanzó al espacio un montón de gentiles e ilusorias telarañas éticas y, una vez demolido mi tabernáculo de mentiras, me colocó de nuevo sobre los fuertes cimientos de mis virtudes humanas originales. Una vez más, se trata de un libro para quienes tienen el don de la lectura —para ser muy franco, creo lo mismo de casi todos los libros que valen la pena, tal vez exceptuando a las obras de ficción—. El hombre promedio vive, y así debe hacerlo, tan de lleno en lo convencional que las cargas de pólvora de la verdad sirven más para debilitar que para fortalecer sus creencias. Una de dos: o grita ante la blasfemia y la indecencia y se aferra cada vez más al idolillo de semiverdades y semiconveniencias que constituye la deidad de nuestros días, o se deja convencer por las novedades, olvida lo antiguo y se convierte, ahora sí, en alguien totalmente blasfemo e indecente. La nueva verdad únicamente es útil para complementar la antigua; la verdad en bruto sólo es deseable si ayuda a engrandecer, no a destruir, nuestras civiles y a menudo elegantes convenciones. Quien no tenga buen juicio hará mejor en no leer más que periódicos y obras de ficción, de donde sacará poco daño y, en un descuido, hasta logrará algún beneficio.

R. L. Stevenson

Las ciudades invisibles

28 de marzo de 2009

Quizás existan tantas ciudades como hombres que las habitan o las transitan temporalmente, pues cada quien toma algún fragmento o rasgo de éstas y crea una imagen que le permite apropiársela.

En Las ciudades invisibles no se encuentran ciudades reconocibles. Son todas inventadas; Calvino da a cada una el nombre de una mujer, Las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros.

Sus breves ficciones no sólo son impecables en su composición, además se caracterizan por la belleza y la sutileza de una prosa que decodifica los deseos, las formas, los fantasmas, los signos y la materia que mantienen viva a una ciudad.

Cada capítulo del libro va precedido y seguido por un texto en cursiva en el que Marco Polo y Kublai Kan reflexionan y comentan. El libro evoca no sólo una idea atemporal de la ciudad, sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna.

¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades. Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles.

Italo Calvino

Starmaker

12 de marzo de 2009

Hace poco empece a volver a leer este libro, no estaba muy seguro de que escribir sobre él, pero el prefacio me gusta mucho, siempre que lo leo me hace cuestionarme muchas cosas... pero mejor lean el prefacio y si les gusta de aquí pueden descargar el libro.

En un momento en que Europa corre peligro de una catástrofe mayor que la de 1914, este libro podría considerarse una inútil distracción; la defensa del mundo civilizado contra el barbarismo moderno es hoy desesperadamente urgente.

Año tras año, mes tras mes, la situación de nuestra fragmentaria y precaria civilización es más y más grave. El fascismo es cada vez más temerario y despiadado en sus aventuras internacionales, se muestra más tiránico con sus propios ciudadanos, más bárbaro en su desprecio de la vida de la mente. Aún en nuestro propio país hay razones para temer una reciente tendencia a la militarización y a la restricción de las libertades civiles. Pasan además las décadas, y no se da ningún paso decidido para aliviar la injusticia de nuestro orden social. Nuestro gastado sistema económico condena a millones a la frustración.

En estas condiciones es difícil para los escritores cumplir su vocación con coraje y equilibrado juicio a la vez. Algunos se contentan con encogerse de hombros y abandonan la lucha central de nuestra época; cierran las mentes a los problemas más vitales del mundo e inevitablemente producen no sólo obras que no tienen ningún significado profundo para sus contemporáneos sino que son también sutilmente insinceras. Pues consciente o inconscientemente, estos escritores deben obligarse a pensar que no hay una crisis en los asuntos humanos, o que esa crisis es menos importante que sus propias obras, o que simplemente no les concierne. Pero la crisis existe, y es de suprema importancia, y nos interesa a todos. ¿Hay acaso algún hombre inteligente e informado que pueda sostener lo contrario sin engañarse a sí mismo?

Sin embargo, siento una viva simpatía por algunos de esos "intelectuales" que declaran no poder contribuir de ningún modo útil a la lucha, y no poder hacer nada mejor que no meterse en ella. Yo soy en verdad, uno de ellos. Pero yo defendería esa posición diciendo que aunque nuestro apoyo a la causa sea inactivo o ineficaz, no la ignoramos. Ella es en realidad nuestra constante y obsesiva preocupación. Pero luego de repetidos y prolongados ensayos nos hemos convencido de que nuestra mejor contribución será siempre de tipo indirecto. Para algunos escritores la situación es distinta. Lanzándose galantemente a la lucha, emplean sus habilidades en redactar urgente propaganda, o hasta toman las armas para intervenir directamente en la causa. Si tienen un talento adecuado, o el punto particular al que aplican su esfuerzo es realmente parte de la gran empresa de defender (o crear) la civilización, pueden realizar, por supuesto, una obra valiosa. Es posible que ganen por añadidura en experiencia y simpatía humana, aumentando así inmensamente su capacidad como escritores. Pero la misma urgencia de esa tarea puede no dejarles ver la importancia de mantener y extender aun en esta época de crisis lo que puede llamarse metafóricamente "la autocrítica de la autoconciencia de la especie humana", o de entender la vida del hombre como un todo en relación con el resto de las cosas. Esto implica la voluntad de ver todas las teorías, ideales y asuntos humanos con el menor prejuicio humano posible. Quienes se lanzan a lo más reñido del combate tienden a convertirse en ciegos partidarios, aunque la causa sea justa y noble. Pierden entonces algo de ese desinterés, esa serenidad de juicio que es al fin y al cabo una de las mejores características humanas. Y así quizá debe ser, pues una lucha desesperada exige más devoción que desinterés. Pero otros pueden servir a esa misma causa tratando de mantener, junto con una humana lealtad, un espíritu más desapasionado. Y quizá la tentativa de ver este mundo turbulento en un escenario de estrellas aclare aún más el significado de la presente crisis. Quizá hasta acreciente nuestro amor al prójimo.

En esta creencia he tratado aquí de trazar un esbozo imaginario de la terrible pero vital totalidad de las cosas. Sé bien que es un esbozo muy inadecuado, y en cierto modo infantil, aun considerado desde el punto de vista de la experiencia humana actual. En una época más calma y juiciosa podría parecer un disparate. Sin embargo, a pesar de su tosquedad, y a pesar de describir algo muy remoto, quizá no sea del todo impertinente.

He corrido el riesgo de oír atronadoras protestas de la derecha y la izquierda, y he utilizada ocasionalmente ciertas ideas y palabras derivadas de la religión, tratando de interpretarlas en relación con las necesidades humanas. Con palabras válidas aún, pero estropeadas por el uso, como "espiritual" y "reverencia" (tan obscenas hoy para la izquierda como las viejas y buenas palabras sexuales para la derecha), he intentado sugerir una experiencia que la derecha pervierte a menudo y la izquierda suele juzgar erróneamente. Esta experiencia, diría yo, implica un desinterés de todo fin privado, social y racial; no porque impulse al hombre a rechazar estos fines, sino porque les da un nuevo valor. La "vida espiritual" parece ser en esencia una tentativa de adoptar la actitud más apropiada para la totalidad de nuestra experiencia, así como la admiración es algo apropiado para el mejor desarrollo del hombre. Esta experiencia puede resultar en una mayor lucidez, y una conciencia de temple más afinado, y beneficiar así notablemente nuestra conducta. En verdad si esta experiencia, humanizadora en grado supremo, no produce, junto con una suerte de piedad ante el destino, la decidida resolución de ayudar al despertar de la humanidad, será sólo simulación y artimaña...
Olaf Stapldon
Marzo de 1937

Hotaru no Haka

10 de diciembre de 2008

El titulo en español es la tumba de las luciérnagas, escrita por Akiyuki Nosaka, quien ya es una celebridad en Japón.

Nació el 10 de octubre del año 5 Shōwa (1930), en la ciudad de Kamakura, en la prefectura de Kanagawa. Adoptado por una familia de Kobe, pasó su infancia en esa ciudad, misma que fue duramente bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, ocasionando la disrupción de la familia adoptiva, por lo que Nosaka tuvo que pasar un par de años en un orfanato. La experiencia de dicho bombardeo, así como de la miseria vivida durante los últimos días de la guerra y el periodo que le siguió fue fundamental en su obra, en la cual también se hace hincapié en desorientación de los japoneses ante la pérdida del mundo en que habían vivido -como cultura y como sociedad, en una línea semejante a aquella desarrollada por Yukio Mishima-. Su vida fue la de un huertano vagabundo y adquirió, en palabras suyas, sobrada experiencia en la 'escuela de las ruinas calcinadas y del mercado negro'.

Es una novela parcialmente autobiográfica. El autor, cuya hermana murió en circunstancias similares, comentaba en un reportaje:
Honestamente, la muerte de mi hermana también fue un alivio para mí, una carga que me sacaba de encima. Saber que nadie volvería a despertarme de noche con su llanto, que podría ir de un lado para otro sin tener que cargar con una niña en mi espaldas. Me duele mucho decir esto sobre mi hermana, pero también esos sentimientos eran reales. Por eso, porque todo eso me resulta odioso, es que nunca quise releer mi novela (Grave of the Fireflies, 1967) . Es tan hipócrita... [...]

Hay muchas cosas que no pude resolverme a escribir. En la historia, el hermano mayor se va volviendo cada vez mejor persona... fue una forma de tratar de compensar todo lo que en la realidad no pude hacer. En ese entonces, siempre me proponía en mi cabeza hacer actos de generosidad, pero no podía. Siempre pensaba "no voy a comer para darle alimento a mi hermanita", pero cuando finalmente tenía la comida en la mano... estaba hambriento y comía. No hay delicia comparable a la de comer, en esos momentos. Y el dolor que venía después, era igual de enorme. No creo que existiera una persona más desesperada que yo...
La tumba de las luciérnagas fue llevada al cine por Takahata fue su primera película en Ghibli y se estrenó en 1988. Y es, por mucho, su película más renombrada. Con su tono realista y trágico. Quien haya acabado de leer lo anterior y no haya visto la película me estará maldiciendo por revelar el final. Pero la película empieza por el final:
21 de septiembre de 1945: ese fue el día en que morí.
Es la primera frase, en la voz de Seita. Un modo bastante original de comenzar una película, más aún una película animada para niños: un protagonista y relator... muerto.

En 2005, en conmemoración de los 60 años del fin de la guerra, se realizó en Japón otra versión, una película para TV con actores.

No he visto la película de 2005 únicamente he leído el libro y he visto la versión de anime hecha por Takahata, abajo pongo los enlaces para quien quiera leer el libro... o ver cualquiera de las dos películas.


Akiyuki Nosaka
La tumba de las luciérnagas
Las algas americanas
(Dos novelas breves)
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